A toda velocidad se movían dos grandes masas de hierro, una atrás de la otra, dispersando el polvo sobre la carretera tras el movimiento acelerado contra el que nada oponía alguna resistencia. En uno de los dos autobuses, cuyos colores y logotipos revelaban que eran penitenciarios, viajaba Gotnov, y junto a él otros veintinueve ex reclusos, todos fuertemente armados y ansiosos de cometer una masacre. Los hombres seleccionados por Hagen para esta misión eran los más salvajes e inmisericordes que Sanquinto podía ofrecer; siendo elegidos directamente por su despiadado líder para el único trabajo que estos sujetos podrían realizar, asesinar.
—Detente aquí.
Como el combustible estaba limitado y era necesario conservar suficiente para el regreso a Sanquinto, Gotnov, quien viajaba en el primer autobús, ordenó al conductor detenerse, lo que fue obedecido de inmediato y secundado al instante por el vehículo que le seguía. Pese a que el total de hombres y el equipo con que contaban hubiera podido ser transportado en un sólo autobús, Hagen esperaba encontrar sobrevivientes por lo que, ignorando el disgusto de su hermano por el desperdicio de combustible, ordenó que viajasen en dos de los vehículos de la prisión.
Ambos vehículos se detuvieron en un cruce de caminos que permitía observar algunos rascacielos desde la lejanía; el lugar era una pequeña ciudad, ya aparentemente abandonada, en donde, en alguna parte, se había levantado el refugio en donde la mujer recientemente rescatada vivía junto a su hijo; un lugar de pesadilla que, de acuerdo al relato de la susodicha, había sido avasallado por hordas de sheitans. Hagen no deseaba que una manada de esas bestias sobreviviera el tiempo suficiente para incrementarse y atraer a más Gigantes, uno tan cerca de ellos ya era suficiente; ante esta situación la misión de estos salvajes era hacer lo que mejor sabían, exterminar toda forma de vida que represente un peligro para ellos.
—Continuaremos a pie a partir de aquí; lleven todas las armas y municiones que puedan, estaremos ahí por algunos días, cada uno lleve el alimento que considere necesario a expensas de municiones, ustedes decidan si prefieren comer o disparar.
Gotnov tomó el frente del comité criminal que andaba a paso veloz por el camino abandonado. Aunque todos ellos eran hombres rebeldes e indisciplinados, todos avanzaban en silencio, no deseaban atraer la atención de las criaturas antes de poder masacrarlas. Todos ellos, no obstante sus peculiares características violentas, le temían a Gotnov y a su hermano, nadie se atrevía a desobedecer sus órdenes, incluso si eso conllevaba arriesgar sus vidas o ayudar indirectamente a aquellas personas a quienes en el pasado trataron de explotar.
El camino no representó ninguna dificultad para estas personas acostumbradas a vivir en las situaciones más extremas de pobreza, violencia y aislamiento. Les tomó unas cuantas horas de silencioso avance para encontrarse a la entrada de la abandonada ciudad, la cual se encontraba aún en muy buenas condiciones y ofrecía grandes posibilidades de obtener objetos de valor o utilidad, esta misión podría tener beneficios adicionales después de todo.
—Ignoren por lo pronto cualquier rapiña. —Dijo Gotnov con brusquedad. —Primero nos encargaremos de asegurarnos que no haya ninguna de esas bestias rondando por aquí. No quiero indisciplinas.
El grupo obedeció a su líder e inmediatamente comenzaron a realizar un barrido de la zona. La ciudad, de clima semiárido, no era muy grande aunque sí lo suficiente como haber atraído sheitans en el pasado. Se encontraba en buenas condiciones aunque descuidada por los meses de abandono y con algunos daños causados por las bestias en su andar o por combates entre ellas mismas. Las ventanas de casas, establecimientos y edificios estaban rotas y las puertas derribadas en su mayoría, lo que hizo a Gotnov pensar que seguramente no quedarían cosas de utilidad en el lugar. Restos de vidrio crujían al pasar los hombres sobre ellos, el viento empujaba las hojas y el polvo que se acumulaban en las aceras, ya casi intransitables debido a la acumulación de muebles destrozados que otros antes que ellos movieron mientras buscaban cosas de valor. Las calles no estaban en mucho mejor condición, tan sucias y cubiertas de escombro y maleza como las aceras e igualmente repletas de obstáculos a causa de cientos de vehículos abandonados en medio del camino, dejados atrás al momento de huir. —»Avanzar con los autobuses hubiera sido imposible». —Pensó Gotnov, y se alegró de haberlos dejado atrás. Cargaban con alambiques, cubetas y diversos frascos por lo que ordenó a algunos de sus seguidores a extraer todo el combustible que pudieran de los vehículos que encontraban durante la marcha, que eran muchos; acción poco fructífera pues ya antes les habían extraído casi todo el líquido; hubieron de conformarse con menos de un litro.
Habían partido de Sanquinto durante la mañana con el objetivo de llegar a la ciudad iniciada la tarde. El sol comenzaba a golpear de forma indirecta y generaba sombras tenebrosas de los contornos de los edificios y árboles circundantes. Hombres menos curtidos que ellos no hubieran resistido el ambiente tétrico combinado con la muy probable presencia de las criaturas demoníacas que estaban exterminando a la raza humana, sin embargo ellos estaban acostumbrados a enfrentar la muerte todos los días y no se veían muy afectados.
Pese a que no se tratara de una megalópolis, tomaría bastante tiempo el explorar todo el lugar para asegurarse que no hubiera sheitans en ella, o por el contrario, para encontrar el nido. Comenzaba a anochecer y el peligroso grupo decidió tomar refugio en una casa abandonada que se encontraba en buenas condiciones, previa inspección que les aseguró que no había nada adentro de ella. Dicho sea que no se habían topado con ningún ser vivo durante el poco tiempo que llevaban en el lugar por lo que comenzaban a relajarse, excepto Gotnov que siempre estaba alerta.
Descansaron sin nada que les molestase, las noches en la prisión en los días pre apocalipsis no eran plácidas por lo que esta gente estaba acostumbrada a un sueño ligero, presto a terminarse de improvisto en cualquier instante. No fue necesario hacer guardia, tampoco es que les importara, todas estas personas estaban siempre listas para matar si algo se acercase durante la oscuridad y Gotnov nunca se distraía, ni siquiera al dormir. La noche pasó con la misma tranquilidad del día anterior y continuaron tras comer y beber.
La falta de acción comenzaba a intranquilizar a estos violentos hombres a quienes se les había prometido una masacre, el propio Gotnov estaba a punto de perder la calma, se encontraba irritable, más que dispuesto a pelear con alguien, así fuera uno de sus seguidores. El grupo hizo posible para mantener esa falsa cordialidad y la noche llegó con el mismo silencio que lo hiciera la última vez.
Nuevamente pasaron otra noche tranquila, otra vez los ánimos comenzaban a distorsionarse al no tener nada de lo que se les había prometido. La estructura organizativa de Hagen en Sanquinto era muy represora de los deseos e instintos de hombres que no estaban acostumbrados a reprimirse, la misión de exterminio les brindaba la oportunidad de dejar salir una poca de esa agresividad que estaban comenzando a acumular y que amenazaba la reciente tranquilidad de la prisión. Hagen estaba consciente de ello y por eso habría seleccionado precisamente a estas personas a una misión tan peligrosa, entendiendo que las pérdidas de vidas serían de tanta ganancia como el éxito en su campaña. No contemplaba la muerte de Gotnov, Hagen confiaba plenamente en su hermano y estaba seguro que, aún si se enfrentaran a cientos de bestias gigantes, sería su hermano el único que saldría con vida, regresando a la prisión feliz por salir de la rutina.
Superaron otra noche de aburrimiento y otro desayuno escueto, pues nadie estaba dispuesto a llevar menos municiones por cargar alimento. Se encontraban en la parte intermedia de su recorrido de acuerdo al mapa que la sobreviviente les había trazado por lo que la estadía se extendería tres días más si nada cambiaba. Continuaban la rutina de búsqueda de algo que les hiciera pensar que podía haber sheitans en la zona, y cada búsqueda arrojaba fracasos pues nada indicaba su cercanía. Hasta que uno de los ex presidiarios se topó con una imagen por demás cotidiana para hombres como ellos, el impacto de una bala sobre las paredes de los edificios que los rodeaban, algo que reconocían perfectamente pues la mayoría había crecido en viviendas con ese mismo tipo de daños. Se encontraban ya en lo que sería el centro de la ciudad y estaban principalmente rodeados por edificios y avenidas, no muy grandes por cierto. Al divisar el primer impacto de bala investigaron más a fondo y encontraron, no muy lejos de ahí, lo que había sido, sin duda, una zona de combate. Las paredes alrededor estaban destrozadas por balas de calibre más grande que las de uso comercial. Sin miedo, se internaron un poco más al centro de la ciudad y encontraron varios cadáveres de bestias pudriéndose en el suelo, así como restos calcinados de lo que era claro intuir fueron personas. Gotnov no tuvo duda que se había librado una batalla no hace mucho tiempo y pudo inferir por la magnitud de los daños, que las armas usadas pertenecían al ejército.
El hallazgo levantó la moral del peculiar grupo que perdía la calma a causa de tanta tranquilidad, realmente deseaban dispararle a algo, estaban contentos por haber dado con la ruta y sólo sería cuestión de buscar un poco más a fondo para que finalmente llegara la diversión; por desgracia para ellos la luz del sol comenzaba a debilitarse por lo que no les quedaba mucho tiempo para continuar explorando. Refunfuñando se preparaban para una noche más de aburrida tranquilidad cuando alcanzaron a escuchar algo que les era muy familiar, el sonido lejano de disparos y gritos aterradores de criaturas que no eran humanas, la emoción los hizo ponerse en guardia y salieron con velocidad del edificio en que se habían resignado a dormir, buscaron con la vista algo que les indicara en dónde se libraba esa anhelada batalla, deseando algo quede para ellos al llegar. Un suave brillo rojo y no muy lejano les mostró el camino, algo se incendiaba, sin duda los sheitans serían la causa, se dirigieron hacia allá con una sonrisa en los labios.
El ruido de las balas y los gritos de los sheitans se hacían cada vez más audibles, no tenían duda que los disparos eran de armas automáticas y de gran calibre, su fuerte detonación las delataba. El olor a carne quemada y pólvora cada vez era más perceptible en el aire, olor que fascinaba a esos hombres sádicos, que les atraía; la cercanía de la batalla encendía una llama en los ojos de cada uno de estos treinta hombres. En unos minutos se encontraron de frente con el fuego que perseguían, varios vehículos del ejército ardían y los cadáveres de los militares se quemaban dentro de ellos; restos de las bestias yacían frescos en el suelo, chorreando aún sangre, muy espesa; la batalla no tenía mucho tiempo de haber comenzado; la cantidad de cuerpos de demonios que estaban esparcidos por el suelo era indicativo que los militares habían dado una buena pelea; por un instante no se escuchó nada más y creyeron que habían llegado tarde a la fiesta, el sonido de más armas automáticas los volvió a poner en alerta.
—¡Viene del subterráneo! —Dijo Gotnov mientras se le dibujaba una horrenda sonrisa en el rostro. —¡Prepárense que están ahí abajo. Vamos!
Los treinta ex reclusos cargaron sus armas, encendieron sus linternas e ingresaron al subterráneo. Las detonaciones de armas de fuego eran cada vez más escasas, lo que indicaba una de dos posibles situaciones, la primera que las municiones se estaban terminando, la segunda que lo que se terminaba eran las personas que las disparaban; realmente a los indeseables no les importaba cual fuera la correcta. Los gritos de los sheitans no disminuían su intensidad por lo que estaba claro cuál bando estaba ganando, Gotnov sonrió al pensar que estaba por ayudar a sus eternos y declarados enemigos. Total, seguro habría de ser divertido.
Aunque el grupo no estaba tan equipado como los militares, lo que les faltaba en tecnología lo compensaban con salvajismo, valentía y falta de misericordia. Ingresaron al subterráneo preparados para matar a cualquier criatura, y no estaban del todo seguros de si a las personas que quedasen ahí también. Tan pronto sus linternas iluminaron la oscuridad de los túneles pudieron observar cientos de cuerpos, entre sheitans y humanos, pudriéndose en el piso y apilándose unos sobre otros. Había casquillos de balas y armas tiradas por todas direcciones, los muros estaban gravemente dañados a causa de los impactos de proyectiles de gran poder que no habían acertado a sus objetivos demoníacos; las detonaciones no dejaban de escucharse, aunque cada vez más retiradas unas de otras. Los sobrevivientes se encontraban adentrados más profundamente en los túneles, seguramente rodeados por criaturas que se les acercaban a cada momento; Gotnov indicó que continuaran y se alistaran para pelear.
No tomó más que un par de minutos hasta que se toparon con una pared de músculos, conformada por decenas de sheitans que trataban de ingresar por un estrecho pasillo. Los sobrevivientes se habían atrincherado en un cuarto al final del mencionado corredor, mismo que generaba un cuello de botella que se hacía más y más estrecho con cada criatura que eliminaban. Si bien la táctica les había funcionado, las bestias eran demasiadas y la cadencia de disparos cada vez disminuía más; poco a poco los sheitans ganaban metros y se acercaban a la entrada de la pequeña habitación, acorralando a sus asustadas presas.
Gotnov iba al frente de su pequeño ejército, todos armados con rifles de asalto AK-47, que eran los que se encontraban en los almacenes de la prisión. Algunos se habían tomado la molestia de revisar algunas curiosas armas propiedad del ejército que quedaron dispersas en el piso, más no conocían su funcionamiento y decidieron dejarlas en su lugar, por el momento.
Los ex presidiarios tenían la ventaja del factor sorpresa, los sheitans estaban enfrascados en ingresar a donde los miembros restantes del ejército se defendían valientemente. Contando los que encontraron al lado de los vehículos, los cuerpos desparramados al interior del subterráneo y los que quedaban con vida, fueron varios cientos de sheitans los que se encontraban en la ciudad al momento del combate, de los que un centenar seguía siendo una amenaza, Gotnov hizo cálculos rápidamente.
—Quedan alrededor de cien de estas cosas y somos treinta de nosotros, cada uno debe matar a tres punto tres de ellos en menos de treinta segundos o nos van a alcanzar. Estas armas disparan seiscientos proyectiles por minuto contando recargas, eso quiere decir que tenemos trescientos disparos cada uno, poco menos de cien son necesarios para derribar a uno de estos, sólo unos pocos si el impacto da en uno de sus puntos débiles… están de espaldas.
Todo eso lo pensó en una fracción de segundo, no habían terminado aún sus compañeros de cargar sus armas y apuntar a sus objetivos cuando gritó.
—¡AHORA, DISPAREN A LAS BASES DEL CUELLO CONTROLEN SUS RÁFAGAS!
Gotnov no había compartido sus descubrimientos sobre fisiología demoníaca con mucha gente pero nadie se atrevió a ir contra su orden. Todos enfocaron sus ráfagas a donde su líder les indicó y realizaron descargas controladas. Tras diez segundos la mitad de los sheitans había caído, los demonios restantes se percataron de sus nuevos atacantes por lo que dieron media vuelta y comenzaron el ataque. Los cálculos de Gotnov habían sido correctos, les quedaban menos de veinte segundos antes de recibir el impacto de frente, no podían permitirse dejar de disparar.
—¡FUEGO A DISCRECIÓN, APUNTEN A LA CABEZA! —Gritó Gotnov una vez más.
La oleada los alcanzó ya débiles, para cuando pudieron llegar a donde se encontraban los ex presidiarios, sólo un puñado quedaba de las criaturas, mismas que alcanzaron a matar a tres de los improvisados rescatistas. Gotnov, quien se encontraba al frente del grupo, logró evadir a su atacante, que acabó estrellándose con una columna delante la cual se había colocado con esa intención. Tras el duro impacto de la bestia con el soporte, tomó su cuchillo y lo hundió rápidamente hasta la empuñadura en la nuca de la criatura. Para cuando su víctima dejó de moverse las detonaciones habían terminado, dos más de los ex presidiarios habían sido alcanzados por sheitans y habían muerto, cinco bajas en total; Gotnov sonrió por el éxito de la misión. Restaba conocer a quiénes habían salvado, recibir sus agradecimientos y decidir si los dejarían vivir.
—¡¿QUIÉN VIVE?! —Se escuchó al fondo del pasillo algunos segundos después del último disparo de los ex presidiarios. La voz era entrecortada, asustada.
—¡TU MADRE! —Respondió Gotnov.
Se hizo un instante de silencio tras la agresiva respuesta, después una voz que representaba edad, cansancio y debilidad añadió.
—¡VAMOS A SALIR, NO DISPAREN!
El grupo de ex presidiarios volteó a ver a su líder esperando alguna indicación de qué hacer, con un leve movimiento de una de sus manos y con evidente expresión de desagrado, Gotnov indicó que no dispararan, nadie se atrevía a desobedecerlo.
Una cuadrilla de trece soldados, ensangrentados, heridos y visiblemente cansados, avanzó lentamente por el pasillo, llevando sus armas en posición de no usarlas. Avanzaron despacio, en parte por las heridas y en parte por temor a sus salvadores. Tan pronto estuvieron al alcance, el general Humme, quien había sufrido algunas lesiones menores, tomó la palabra sin saber a quién dirigirse.
—Antes que nada, gracias, nos salvaron la vida.
—Ahórrate las palabras viejo, no nos interesa. ¿Qué estaban haciendo aquí, de dónde vienen?
Gotnov buscaba cualquier información útil, la chica que rescataron antes no habló de militares en la zona y no le pareció que esa mujer se guardara algo, estos soldados llegaron después de la masacre y estaban bien armados, tenía que haber una buena razón.
—Vinimos a acabar con un nido, fallamos, no calculamos la magnitud del peligro. —Respondió Humme, guardándose bien de revelar cualquier información acerca de su campamento de origen, evasión que fue claramente notada por Gotnov.
—No respondiste de dónde vienen.
Gotnov tomó levemente su arma, acción que fue imitada por sus veinticuatro camaradas. Los trece militares se pusieron en guardia pero Humme los tranquilizó.
—Venimos de un campamento no muy lejos de aquí, no podíamos permitir un nido cerca de nosotros así que nuestra misión era acabarlo. Supongo que ustedes no están aquí por algo… muy diferente. —Fue la inteligente respuesta de Humme, quien ocultaba datos relevantes al mismo tiempo que decía la verdad y desviaba la pregunta hacia sus salvadores.
—¿Qué pasó aquí, cuántos de ustedes eran?
—Nosotros… habíamos cien, buscamos el nido… lo encontramos, bajo tierra; nuestro scanner… nuestros radares registraron cincuenta de estas criaturas, con las armas que teníamos no tuvimos problema en acabarlas pero después… aparecieron más, muchas más, cientos de ellas, el radar se iluminó… como si prendiera en llamas. No sabemos por qué no los habíamos detectado.
Gotnov echó a reír a carcajadas frente a la mirada atónita de Humme y del resto de los militares, quienes se veían claramente ofendidos por la actitud de su salvador, sin embargo estarían muertos de no ser por aquellos hombres, sin contar que los superaban en número y en municiones, por lo que se tragaron el orgullo y permitieron la risa sin increpar.
—Sí que son incompetentes, cien de ustedes, con esas armas y superados por esos animales. Lo tenían bien merecido.
Gotnov miró de forma retadora a cada uno de los trece militares que quedaban con vida, riendo por su debilidad pues tal cantidad de soldados entrenados y equipados con armamento de mucho mayor poder que el que sus ex presidiarios contaban y sólo quedaba un puñado de ellos, liderados por un viejo que apenas y podía mantenerse en pie. Velásquez le devolvió la mirada aunque no dijo palabra, Ricco se mantenía quieto, tratando de mantener la calma igual que Humme, Paxon vomitaba en una esquina, hecho que sacó una nueva risa a Gotnov.
—Pero no lo hicieron tan mal, les daré crédito por su estrategia, se defendieron bien haciendo un cuello de botella, para cuando llegamos no quedaban tantas de estas cosas. Aun así el tener cien hombres y que sólo quedasen trece es un fracaso en mi escala. —Y después añadió.
—En compensación por el servicio que acabamos de brindarles, tomaremos todas las armas y municiones que les queden, considero que es un precio bajo por sus vidas ya que casi no les queda nada; también nos vamos a llevar todo su equipo y el de los cadáveres, esos cascos de visión nocturna nos van a ser de más utilidad que a ustedes.
La orden de Gotnov causó un alboroto entre los soldados restantes, quienes no estaban de acuerdo en entregar sus armas y equipo a un maldito grupo de saqueadores, que era lo que los soldados pensaban, eran los veinticinco sujetos frente a ellos. Gotnov ni se inmutó por la oposición y no hizo ninguna mueca cuando Velásquez lo reconoció.
—¿No saben quién es ese? Es Gotnov Krieg, un maldito terrorista causante de atentados en nuestro país, es igual de perverso que los sheitans; no es peor, este sujeto disfruta cometiendo atrocidades.
Gotnov sólo sonrió al escuchar a la mujer decir su nombre, haciendo una reverencia en tono de broma para presentarse ante los soldados, también se mostró asombrado al escuchar la palabra sheitan pues no conocía aún el término oficial con que se referían a estas criaturas.
—¿Sheitans, así es como les llaman? No creo que me sea de mucha utilidad saberlo pero es mejor que llamarles bestias o animales. —Gotnov no le daba importancia a que los militares conocieran su identidad e hilaran la procedencia de su equipo.
—Velásquez, tranquilízate por favor. Estos hombres nos acaban de salvar la vida, tiene razón, es un precio bajo lo que piden a cambio. Todos dejen sus armas en el suelo, ellos no son más el enemigo… Los sheitans, todos estamos ya en el mismo lado.
Humme respondía con toda su experiencia, misma que le había dado dotes de gran conciliador y mucho sentido común; además de aceptar la realidad actual, que el enemigo de antaño ya no lo era, entendía que resistirse sería en vano, ya no tenían muchas municiones y enfrentaban al doble de hombres, quienes además estaban al menos igualmente capacitados para el combate que los militares, y sin heridas graves que les afectaran. Particularmente le aterraba Gotnov; la seguridad y frialdad con la que se expresaba, era como si el fin del mundo fuese su paraíso, su jardín del edén, encajaba en él a la perfección con lo que el resto de la humanidad estaba en su territorio, un lugar donde él era el rey. Veía además el cadáver de un sheitan a un lado de ese hombre, observaba como un simple cuchillo le había atravesado la nuca; los orificios de balas no habían causado su muerte, de eso se había encargado el cuchillo, no le fue difícil entender que había sido el hombre frente a él quien lo acabara con sus propias manos. Aún si tuvieran municiones, no desearía enfrentarse a él.
Los ex presidiarios colocaron a los militares pegados a la pared de modo que no intentaran nada raro; comenzaron entonces a recolectar las armas, equipo y municiones de los trece soldados y del resto de sus compañeros que yacían ensangrentados y destrozados a lo largo del subterráneo. Como no tenían forma de trasladar tanto armamento hubieron de ser selectivos, se llevaron todas las municiones, hasta el último cargador, la última de las balas que quedaran sueltas; tomaron también todas las M2 y M60, ignoraron los rifles de asalto y armas de una mano, pues no les interesaban; agradeciendo en silencio los militares el hecho de no quedar completamente desarmados. Con nuevo armamento de gran poder y algunas municiones que esperaban poder replicar en los talleres, así como con un nido de bestias exterminado, Gotnov consideró su misión como concluida y exitosa.
—Las llaves de los vehículos por favor.
—¡¿Qué?!
—Nos llevaremos también esas bonitas camionetas de arriba.
Humme dudaba, apretó los puños, tragó saliva; no tenía alternativa, entregó a sus «salvadores» todos los vehículos funcionales que restaban.
—Llámenme loco pero esto se siente más como un maldito robo que como un rescate. —Murmuró Paxon a Ricco y a Velázquez.
—Esto nunca lo hubiera permitido el capitán Cyrus. —Dijo Velásquez.
—¿¡Cyrus!? ¿Sigue con vida el muy desgraciado? —Preguntó Gotnov. —Lo conozco bien, patee su trasero un par de veces.
Velásquez estuvo cerca a reaccionar de forma violenta, fue tranquilizada por Ricco que entendía la situación que atravesaban y respetaba el accionar de Humme. Trató de conciliar la situación, de cualquier forma el decir el estado en que se encontraba el capitán no haría diferencia para con ellos. Tras contar a Gotnov el lamentable estado en que se encontraba, éste último se limitó a sonreír y dijo:
—Espero que no se muera el infeliz… —Su sentimiento era genuino.
Los ex presidiarios estaban listos para partir de regreso a los autobuses y volver a Sanquinto, estaban ansiosos por conocer el nuevo equipo y armamento, principalmente por probarlo en lo que ahora conocían se llamaban sheitans. Habían visto el daño que sus nuevos juguetes habían causado en las paredes del subterráneo así que sabían que estaban ante armamento de gran calidad. Tras recomendarles salieran de ahí cuanto antes, pues podría colapsar, estaban por irse cuando Ricco preguntó.
—Una cosa más, en sus viajes por la región, ¿no han visto a uno de estos monstruos, pero gigante? Es enorme, no lo pasarían por alto.
Gotnov hizo para sí un gesto de molestia y desagrado, su misión no estaba completa, asesinar al gigante era parte de su encargo. Sin embargo no lo habían visto, ni en el viaje ni en la exploración de la ciudad.
—Se enterarán que lo vimos una vez que se encuentren con un enorme cadáver pudriéndose bajo el sol.
Tras esas palabras, los veinticinco ex presidiarios salieron felices y tranquilos de la profundidad del subterráneo, cargando su nuevo armamento; les siguieron, guardando su distancia, los trece soldados, quienes caminaban con dificultad aunque mucho más ligeros. Estaba anocheciendo pero ansiaban salir de esa tumba de ciudad, misma que había exterminado ya al Grupo Nubarrón y a ochenta y siete soldados más; esperaban salir de ahí una vez que sus salvadores se fueran, para así no llevarlos a donde estaba el resto de sus vehículos, en especial los tanques, los cuales habían sido dejados lejos de la zona de combate. Los criminales no se habían alejado mucho, permaneciendo aún visibles para los soldados que emergían uno a uno del subterráneo, Gotnov dio media vuelta.
—Los veré pronto.
Finalmente se retiraron.

Si te gustó la novela, apóyame consiguiendo alguna de las ediciones en formato físico y digital en Amazon, al igual que consiguiendo sus secuelas. Me ayudarás enormemente. Gracias por leer.