El Programa GAMER – La Era de los Sheitans – Capítulo 6 Una táctica inusual

En Blossom los días y noches desde el inicio del apocalipsis eran todos iguales, la población se levantaba muy temprano para cumplir sus obligaciones asignadas, los mercaderes plantaban sus tendajos con el fin de enriquecerse a costa de la desgracia ajena, mientras que niños y jóvenes eran enviados a pequeños colegios improvisados donde pudieran mantener la mayor normalidad posible y prepararse para un futuro incierto; el modelo educativo se había modernizado por lo que, adicionalmente a matemáticas, historia y demás materias tradicionales, ahora enseñaban también tácticas de supervivencia, y diversos métodos para no ser detectados por las criaturas. Organizacionalmente las autoridades buscaban mantener a la máquina trabajando como antes, mientras que la guardia de seguridad y fuerzas policíacas realizaban sus rondas, con las que pretendían mantener el orden que, como se ha dicho antes, hasta ahora estaba de manifiesto.

La población general pasaba sus días con perpetuo temor hacia las criaturas que sabían estaban ahí afuera, y con la tranquilidad que la cotidianidad permite dar a cualquier situación sin importar cuán desesperada ésta sea. Lejos del conocimiento general estaban los sucesos que ocurrían bajo tierra, en la zona de mayor seguridad del campamento, una que no era del todo conocida por los pobladores más que por rumores; el sitio donde el verdadero gobierno se encontraba.

El complejo de construcciones, caminos e instalaciones que era conocido popularmente como Blossom, sólo era la superficie visible y pública de algo que se construyó con una finalidad algo menos altruista. Bajo tierra, a 300 metros profundidad y abarcando más de la totalidad del área visible que componía el campamento, existía un búnker con capacidad para controlar un país completo. En su interior se encontraban albergados líderes mundiales, dirigentes, militares y personal esencial para el correcto funcionamiento del campamento y de la táctica de defensa. Era un lugar con la más alta tecnología disponible hasta el momento en que el fin del mundo puso un alto a la industria, única parte en que el uso de la electricidad no se encontraba racionado; en su construcción, como en la del resto de los campamentos modernos, participaron todas las naciones aliadas por lo que el territorio era oficialmente considerado como neutral y no como parte del país que lo albergara. Aquellos que estaban seguros dentro del búnker eran quienes controlaban lo que sucedía no sólo en la superficie de Blossom sino en todo el mundo; eran ellos quienes pondrían en marcha las acciones que podrían llevar a la humanidad a su salvación o acelerarla a su exterminio.

Al interior del búnker, como se le llamaba a la base subterránea, en una de las muchas salas de juntas, amueblada lujosamente con sillones de piel y pisos de mármol, protegida con un impresionante cerco de seguridad, era donde algunos líderes mundiales aliados se habían reunido; el objetivo: planear una vez más una táctica de contraataque que lograse eliminar o hacer retroceder a las profundidades a las criaturas agresoras y mejorar las expectativas de supervivencia de la raza humana.

—Cinco que nuestras ciudades principales ya cayeron completamente en mi país, murieron más de diez millones de habitantes. —Comentó alterado uno de los hombres que se encontraba sentado ante la enorme mesa de juntas, bebiendo un fino café en una carísima taza con decorados de oro, resguardado, al igual que el resto de aquellos privilegiados, por dos agentes connacionales, elegantemente vestidos. Aunque a estas alturas los títulos políticos servían de poco en el exterior, dentro del búnker a todos se les llamaba Señor Presidente; a pesar de su estatus de VIP, estos hombres y mujeres no eran diferentes de los que estaban arriba; igual que sus conciudadanos y el resto de los sobrevivientes, sin importar origen, raza o condición social, su semblante era triste, desencajado; y todos los participantes en la reunión tenían esa misma expresión de angustia, ninguno sabía realmente qué debía hacer o cómo era preciso reaccionar, sin embargo trataban de fingir una entereza que se veía falsa a cien metros de distancia.

—Tenemos a nuestras fuerzas armadas dispersas dentro del territorio nacional, enfocados en labores de rescate, estoy seguro que podemos reunir a la mayoría, si nos coordinamos podemos retomar las ciudades una por una. —Comentó otra persona que aunque por dentro no era muy diferente al primero, su actitud era agresiva y altanera, lo que hacía para tratar de esconder su gran miedo; después de todo, una apariencia fuerte era lo único que le quedaba y no sería él quien sería enviado a una muerte segura en combate. Sus palabras fueron secundadas por un buen número de sus iguales al mismo tiempo que observaba gloriosamente hacia la bandera de su nación, la cual adornaba la sala junto a la del resto de los países del mundo.

—¿Aún tenemos todos los aquí presentes la capacidad de respuesta suficiente para una empresa como la que usted propone? —Preguntó quién, para niveles prácticos, fungía como el Primer Ministro de Blossom. Se trataba del Presidente del país donde el refugio se encontraba, hecho que inconscientemente le daba una cierta autoridad por sobre los demás; por su parte él trataba de ser cauto con sus palabras; una guerra interna por no llegar a un acuerdo entre todos los dirigentes sería más peligrosa que los monstruos de afuera y se convertiría en el puntapié final a la existencia humana. Este hombre había sido el hombre más poderoso del mundo antes del apocalipsis y hoy en día mantenía algo de aquella autoridad al ser su nación, su gente, la encargada del mantenimiento y control del más importante sistema de defensa en el mundo. Pese a que el búnker y todo Blossom fuese considerado como un área neutral, en realidad la última palabra iba a ser la suya, por lo que, además de ser lo más cercano a considerarse líder en el lugar, también el peso del destino de la humanidad recaía sobre su espalda. El hombre, sin embargo, era inteligente y sabía mucho más de lo que decía, cuidándose siempre de dar a conocer información antes de tiempo o de formularse una decisión sin conocer la totalidad de los detalles; era la persona indicada para el puesto.

Apenas terminó de formular su pregunta uno de sus contrapartes, de amplia trayectoria militar, se apresuró a contestar con la energía característica de los hombres de armas. —Señor Presidente, puede usted estar seguro que tenemos las armas y los hombres suficientes para una ofensiva, si todos nosotros unimos nuestras fuerzas armadas podemos sin duda ganar esta guerra; las criaturas ahí afuera pueden morir tal y como cualquier otra, lo hemos visto, su mismo capitán Cyrus ha matado ya a varios de ellos y con suficiente poder de ataque nosotros…

—… ¡NO SERVIRÍA DE NADA!

Un desconocido impertinente interrumpió el monólogo de una de las personas más poderosas y, antiguamente, más peligrosas del mundo, una acción a la que sólo Cyrus, el propio Presidente local y, al parecer, esta persona desconocida, se atreverían a realizar. El desconocido impertinente se había mantenido en silencio desde el inicio de la reunión; no era líder de ningún país, su complexión débil y modales finos, aunque indiscretos, permitían notar que tampoco era militar, se podía percibir por su voz y forma de hablar que era ciudadano del país anfitrión, hecho que se constataba por su acento sureño.

—No serviría de nada. —Repitió a menor volumen sin dejar de observar a su Presidente. Sus ojos casi no parpadeaban, sus manos las tenía en completa calma y no se le veía ni una gota de sudor en la frente, en otras palabras el individuo estaba en completo control de sus emociones, ausente en apariencia de miedo, hecho que hacía que todos le prestasen la máxima atención. Fuera del capitán Cyrus nadie había visto en meses a una persona que no mostrase temor en sus ojos o cuya voz se quebrase al hablar, una persona como esta se sabría hacer escuchar en una situación como la que se estaba viviendo. —Nuestro país está actualmente como mucho a un 60% de potencia militar y esa cifra cae a cada momento, sabemos que a sus países les va mucho peor.

La información referente a la mala condición militar en otras naciones era cierta, cada integrante de la reunión creía ser el único con datos precisos acerca de sus fuerzas armadas y todos habían optado por guardar su debilidad nacional en secreto; esperando que sus contrapartes cubrieran sin darse cuenta sus deficiencias, no obstante durante el apocalipsis los secretos no tardan mucho en revelarse; tras algunos instantes de incómodo silencio, sólo el tiempo necesario para recuperarse de la impresión de que sus datos, antiguamente confidenciales, fueran conocidos por un extraño, otro de los «poderosos» participantes añadió:

—Podríamos mandar a las armas a la población de los refugios, tenemos a millones de personas capaces en todo el mundo. Todo aquel que pueda sostener un arma será enviado inmediatamente a combatir, todos tendrán que…

Un fuerte golpe sobre la fina mesa de caoba sirvió para interrumpir nuevamente el soliloquio, su causante fue el mismo desconocido impertinente de hace unos instantes. Pese a que la mayor parte de la concurrencia no tenía idea de quién se trataba, todos reconocían que habría de ser alguien de gran importancia para tener permitida la entrada a una reunión como la que se estaba produciendo en esos momentos. Este sujeto que aún no daba a conocer su nombre (hecho que estaría próximo a llegar) fue quien había interrumpido al predicador en la superficie de Blossom, sólo unas pocas horas antes del comienzo de esta tertulia; aparentemente a esta persona no le gustaba escuchar hablar a los demás.

El sonido resultante de las acciones del desconocido impertinente ocasionó un gran malestar en casi todos los «poderosos» hombres, malestar que era notorio en las miradas hostiles de quienes veían sobrepasada su maltrecha autoridad. De entre todos los asistentes, había, además del Presidente local, uno más que no se inmutó, sentado con timidez al lado del desconocido impertinente, de avanzada edad, mirada gacha y facciones bonachonas. Sólo éste y el Presidente parecían conocer la identidad del desconocido.

—Únicamente lograría extinguir nuestra especie mucho más rápido de lo que ya lo están haciendo. —Comentó sin mostrar ningún tipo de nerviosismo ante tan retadora respuesta. —¿O ya olvidó el Gran Error? Según recuerdo señor Presidente, fue usted uno de los principales impulsores de la primera medida de represalia… Caballeros, —dijo sin permitir al iracundo mandatario responder aquella acusación y cambiando a un sarcástico tono conciliador, —entiendan que reinstaurar la Leva no serviría de nada, la gente en los refugios no sabe pelear, no importa qué armas llevaran, no durarían tres días ahí afuera, no ante esas criaturas. —Sus palabras, dichas con gran seguridad, además de un marcado y visible menosprecio por su interlocutor, fueron suficiente para dejar en silencio al resto de los «poderosos» hombres que integraban la junta.

Como nadie se atrevía a discutir abiertamente los comentarios del desconocido, éste decidió continuar su diálogo. —Mi equipo y yo hemos hecho algunos cálculos que creemos son bastante precisos; basándonos en las muertes de soldados en todo el mundo que diariamente nos son reportadas al búnker, y que he de añadir son obviamente falseadas por ustedes, en aproximadamente dieciocho meses ya no tendremos en todo el planeta a un sólo soldado más para combatir… Mis señores, ese es el tiempo que nos queda antes de perder completamente nuestra capacidad de respuesta y perdiéndola no podremos retomar nuestra antigua vida; no habrá más por hacer que esperar que los sheitans nos encuentren y… bueno, ustedes saben bien que sucede después.

La frase «sólo dieciocho meses» tuvo el efecto de un explosivo en la moral de los presentes, el semblante de muchos de ellos se oscureció aún más, a otros les hirvió la sangre; aquel Presidente que fuese peligroso en sus días antes del apocalipsis (ese al que primero interrumpió), sumamente enardecido, levantó la voz, apretó los puños y escupió indiscriminadamente mientras pronunciaba cada palabra. —¡Dieciocho meses es tiempo suficiente para entrenar a los sobrevivientes, CARAJO, podríamos entrenarlos en tres meses nada más!

Una oleada de comentarios se abalanzó contra el desconocido impertinente, la gran mayoría de los participantes concordaba con el iracundo Presidente, tres meses serían suficientes para adiestrar a los sobrevivientes en cada campo de refugiados, ni se diga lo que se podría lograr en dieciocho. Los líderes mundiales y altos mandos de los varios ejércitos presentes en la reunión comenzaban a tomar parte en contra del solitario desconocido que perdía credibilidad con cada alarido rumiante. Eran sólo el Presidente local y el otro sujeto misterioso, los únicos en guardar silencio mientras el desconocido impertinente simplemente sonreía y, cosa poco usual, escuchaba atentamente los argumentos de sus opositores.

El Presidente local tomó la palabra en busca de tranquilizar los ánimos, el control comenzaba a perderse y las ansias de venganza contra las criaturas nublaban la mente de los, ya vengativos por naturaleza, participantes. Tras calmar la situación decidió guardar silencio al ver que el desconocido impertinente estaba por responder.

—Pueden enseñar a un mono a usar un cuchillo pero jamás podrá preparar fugu. —Hizo su comentario sonriendo como si disfrutara el tener una audiencia en contra. —Sí, es posible que en tres meses puedan enseñar a un puñado de miles de malnutridas y aterrorizadas personas a halar un gatillo, algunos incluso podrían hacerlo no tan mal, el problema…

Realizó una pausa para tomar aire, lo que estaba por decir sería de gran importancia y no deseaba que sus palabras carecieran de potencia a la hora de su discurso. —El combate en una guerra no se trata únicamente de saber disparar un arma; puede que aprendan a disparar pero el instinto en el campo de batalla, el conocimiento sobre cómo moverse en el terreno, las reacciones en fracciones de segundo, la coordinación con sus compañeros, la tranquilidad mental en condiciones extremas, la frialdad en una situación de muerte cercana; esas son habilidades que no se pueden transmitir en tres, dieciocho o sesenta meses. —Sus palabras comenzaban a lograr el impacto que deseaba, muchos de los participantes, especialmente los de formación militar, estaban al tanto de los factores psicológicos asociados a las artes de la guerra. Por años ellos habían defendido la preparación psicológica del soldado, argumentando que no eran animales sanguinarios adiestrados para matar sino hombres educados y entrenados con años de práctica que les permitía un accionar digno y eficiente, tanto en el campo de batalla como en su vida diaria, aspecto que era un orgullo para sus naciones. El estado mental había sido decisivo en guerras anteriores y la experiencia en el campo era siempre un factor determinante para la supervivencia de los hombres, ni se diga para la victoria en una guerra.

El «poderoso» grupo se encontraba dividido, los hombres y mujeres trataban de mantener la compostura al mismo tiempo que las voces se quebraban, los ojos se humedecían y los movimientos comenzaban a ser torpes. Sólo el desconocido impertinente se mostraba de una pieza, él y sus dos protectores: el Presidente local y aquel otro desconocido también permanecían tranquilos.

—¿Entonces no hay nada qué hacer? ¿Estamos acabados? —Uno de los generales miraba al Presidente buscando una respuesta, quizá consuelo, mientras el resto repartía el tiempo en cavilaciones y sollozos que esperaban nadie más notara.

—¿Qué propone entonces? —El iracundo Presidente se dirigía al impertinente desconocido con un tono que reflejaba una mezcla de cinismo con miedo, lo que lo hacía ver más detestable todavía.

—En primer lugar, señores presidentes, humildemente recomiendo modificar la inútil táctica actual que ustedes han decidido, esa con la que pretendemos vencer a este enemigo actuando como si fuese uno conocido. Debemos dejar la ofensiva y modificar a una estrategia de contención… al menos por el momento. Eviten la dispersión de las criaturas hacia otras zonas, cerquen la periferia de cada una de sus ciudades como nosotros lo hemos hecho, repelan cualquier intento de salida de las criaturas durante todo el tiempo que les sea posible.

—¿Y perder nuestras ciudades… nuestros símbolos de gloria? ¡Impensable… Absurdo! ¿Qué demonios se ganará con una táctica tan cobarde?

—Bueno, en primer lugar evitará muertes innecesarias de nuestros valientes soldados… y nos dará tiempo, tiempo que necesitamos para conocer a nuestro enemigo, para prepararnos… En segundo lugar es conveniente mantener a los sheitans cercados pues su contención da mayor seguridad a los campamentos colindantes y nos permitirá conocer en todo momento en dónde se encuentra el enemigo para cuando llegue la hora de atacar.

—¿De qué demonios nos sirve encerrarnos? —Interrumpió airado. —¿Acaso habremos de resignarnos a vivir como roedores? Yo por mi parte jamás… prefiero morir peleando.

El iracundo Presidente estaba convertido en una fiera, el miedo en sus ojos se había sido reemplazado por una absoluta ira, sin duda temporal e impulsada por encontrarse en la seguridad del búnker. Tras esperar educadamente a que guardasen silencio, el hasta ahora silencioso desconocido se decidió a hablar; se levantó de su lugar, avanzó sin decir palabra hacia el proyector con la intención de encenderlo, lo cual hizo con alguna torpeza, dejando caer algunos discos compactos que llevaba, mientras el Presidente y el desconocido impertinente se limitaban a observar, preparados, al mismo tiempo que intercambiaban miradas.

—El Proyecto Higginbotham. —Dijo esas palabras al mismo tiempo que mostraba gráficas y términos científicos en la pantalla que nadie supo interpretar. Habló con todas sus fuerzas mientras era evidente que estaba visiblemente sonrojado, pretendía que nadie en la sala tuviera problemas en escuchar lo que estaba por decir. —Un proyecto militar desarrollado a finales de la década de los 50; su finalidad era entrenar de forma inconsciente a la población civil bajo el lema: Un Soldado en cada Hijo. Así todo hombre, mujer y niño del país tendría capacidad para arrasar a nuestros enemigos con simple poder humano avasallador si una Tercera Guerra Mundial ocurriese.

El impertinente desconocido tomó a continuación la palabra:

—William Higginbotham fue un físico cuyo trabajo resultó fundamental en la carrera nuclear. Tras su intervención en el Proyecto Manhattan se enfocó en una investigación sobre el condicionamiento operante inconsciente; él creía que era posible entrenar, de forma remota y subliminal, al mismo tiempo, a un grupo masivo de personas, de modo que éstas serían capaces de aprender técnicas de combate reales que permanecerían latentes y listas para ser explotadas cuando la oportunidad se presentase; inició un experimento enfocando sus esfuerzos en niños, quienes eran más sencillos de influir y en quienes serían más perceptibles los avances.

El grupo se mantenía callado, escuchando atentamente a ambos desconocidos, uno sumamente hablador e intransigente, el otro tan quieto que muchos no hubiesen notado su presencia de no haberse levantado a hablar. El nombre William Higginbotham no era del todo desconocido en el lugar pues sus investigaciones habían ayudado a poner fin a la Gran Guerra.

El desconocido impertinente procedió a cambiar la imagen en la pantalla por la de un anciano sumamente delgado, casi cadavérico y de gran cabeza.

—Todos aquellos familiarizados con los enfoques psicológicos habrán de conocer el condicionamiento operante desarrollado por B. F. Skinner, se trata del aumento en la probabilidad de una respuesta específica cuando un estímulo es recompensado de forma satisfactoria para el sujeto. Higginbotham se apoyó en las investigaciones de Skinner de modo que fuese posible implantar gran cantidad de conocimientos acerca de la táctica militar, todo de forma gradual, consistente e inconsciente.

El público escuchaba sus palabras con atención, hecho que hinchaba de orgullo al megalómano misántropo que era esta persona.

Por primera vez comenzaban a prestar completa atención en él, lo suficiente como para comenzar a reconocer sus facciones y particular forma de expresarse. Era un sujeto de elevada estatura, cabello oscuro rizado, un poco crecido y mal arreglado, adornado con algunas canas incipientes; portaba una barba corta y mal afeitada, accidentalmente decorada con el mismo patrón de canas y los mismos colores que su rizada cabellera; su piel estaba levemente tostada por el sol, lo que le daba un aire mediterráneo a pesar de ser claramente ciudadano local. Vestía un elegante traje color gris aunque sin corbata, pues le incomodaba, llevaba la camisa entre abierta y, contra todos los consejos de una moda que ya no tendría mucha influencia, zapato tenis. Si en un inicio nadie parecía prestarle atención, él se encargó de cambiar eso, ahora estaban a punto de reconocerlo; el hombre continuó su discurso.

—Debido al auge que la televisión tenía en aquella década, se decidió que el método más eficaz para influir en las mentes infantiles sería por aquel medio. Desarrollaron una serie de programas interactivos que tenían una doble función: la primera era entretener al niño, de modo que no se diera cuenta que se le estaba manipulando; la segunda era un entrenamiento de situaciones simplificadas de combate que presentaba problemas abstractos que los infantes habrían de resolver. Higginbotham aplicó el método del reforzamiento positivo propuesto por Skinner; cuando los sujetos de prueba realizaban las acciones deseadas se les recompensaba con puntos, sonidos agradables y colores brillantes; acciones sucesivas incrementaban poco a poco la dificultad anterior lo que solidificaba la adquisición de habilidades y conocimientos; los nuevos avances eran seguidos por reforzadores y el ciclo se repetía en un bucle infinito, quedando así ese aprendizaje integrado en el inconsciente de los pequeños que participaron en el experimento. Cuando fallaban eran castigados con sonidos molestos, relegados temporalmente del sistema o forzados a volver a iniciar desde el comienzo, hecho que causaba cierto nivel de adicción y motivaba a los sujetos de prueba a dar su mejor esfuerzo para no fallar y así mantenerse «practicando».

La mayor parte de los participantes conocían algo de esa historia. Aquel experimento no lograría ser terminado pues fue considerado como anti-ético, no obstante tuvo un final alterno positivo, dio origen a lo que se terminaría por convertir en un popular producto de consumo; los videojuegos. En los años que precedieron al apocalipsis existió un fuerte debate respecto al tema de los videojuegos, diversos especialistas en todo el mundo los culpaban por el incremento en la violencia, las matanzas escolares y algunos hechos aislados que, aparentemente, guardaban cierta relación con los juegos de video. Pese a que no existía una postura oficial, las palabras del desconocido impertinente comenzaban a aclarar una vieja leyenda urbana que cientos de empresas habían buscado enérgicamente ocultar: los videojuegos, al menos en su origen, creaban máquinas de matar.

El callado desconocido se puso nuevamente de pie con intención de ahondar en el tema, ahora todos estaban enfocados en lo que tuviera que decir y le prestaron más atención a su apariencia. Se trataba de un hombre algo mayor que su simil impertinente, casi completamente calvo, el poco cabello que le quedaba era tan blanco como la nieve. Era un sujeto sumamente delgado que utilizaba un par de gruesos y anticuados anteojos de pasta negra, pese a su seriedad mostrada tenía una apariencia afable y elegante; su rostro inmediatamente transmitía gran tranquilidad. Vestía un viejo traje blanco, un poco desgastado, y tenía puesto un suéter de rombos bajo el saco (pues el búnker debía mantenerse frío debido al equipo de cómputo disponible). Era físicamente opuesto al otro sujeto y, al igual que a aquel, comenzaban a reconocerle.

—El Proyecto Higginbotham fue cancelado cuando los paradigmas acerca de la experimentación cambiaron pero de ninguna forma fue un fracaso, sucedió que los límites morales impidieron hacer pruebas con seres humanos, especialmente con niños; por esa razón los avances en la investigación fueron archivados y todo el proyecto fue oficialmente clausurado.

Realizó una pequeña pausa, lo que estaba por decir era algo que le hubiera traído serias consecuencias en el pasado, ahora esperaba que no fuese así. —Fue en ese momento que el doctor Higginbotham fue a vernos a mi asociado y a su servidor, —voltea a ver al impertinente desconocido que lo escuchaba tranquilamente, —con la intención de continuar el proyecto de forma clandestina con nuestra ayuda. Con la guía del doctor y la intención de analizar la respuesta de la gente, mi colega y yo llevamos el concepto del entrenamiento inconsciente a las masas, disfrazándolo como juguetes interactivos, mismos que distribuimos sin la intención de que se convirtieran en lo que finalmente se volvieron; soy el primero en admitir que no esperaba el éxito que alcanzamos… al menos no un éxito económico tal.

Los altos dirigentes entendieron que el proyecto iniciado en la década de los 60 nunca fue completamente cerrado y su proceso siguió su curso de forma encubierta. Con el paso de los años el éxito comercial opacó la intención inicial, la cual quedó olvidada; el lema de «Un Soldado en cada Hijo» fue descartado cuando, con el paso de los años, los conflictos bélicos fueron decreciendo en favor de la diplomacia, una diplomacia que en esta guerra no servía de nada; de ese modo el mundo olvidó por completo la razón que le llevó a la creación de lo que se conocería como videojuegos.

—El buen doctor quiere decir que tenemos en este preciso momento a millones de soldados mentalmente preparados alrededor del mundo. —El Presidente tomó la palabra, resultaba evidente que fue él quien mandó llamar a los desconocidos para esta reunión, fue él quien se encargó de informar a ambos acerca de los verdaderos números de bajas, civiles y militares, que sus espías habían conseguido durante estos seis meses. Reuniones anteriores con los dirigentes habían revelado la intención de sus contrapartes de mantener su realidad nacional en secreto, a fin de aparentar una fortaleza que no tenían; acción que estaba dejando a la humanidad al borde de la extinción. —Considero que estos hombres tienen razón, mandar a la guerra a la población general sería guiarlos a su muerte y acelerar nuestro fin, pero…

—¡Pero contamos en este momento, en todos los países del mundo, en SUS países, con millones de verdaderos soldados! ¡Estas personas, a diferencia del resto de los civiles, tienen años de experiencia de combate simulado, años de entrenamiento que ya no tenemos tiempo para otorgar y que son completamente indispensables para el contraataque! —El desconocido impertinente no había podido resistir más el revelar la táctica inusual que él, su compañero y el Presidente local, previamente ya habían discutido. No le importó interrumpir a su comandante en jefe, en cierto modo le estaba salvando del posible suicidio político al proponer una estrategia tan extraña. La sala quedó en silencio.

—¡Pero si son tonterías! —Expuso nuevamente el iracundo líder militar. —¡Nos está tratando de decir que un montón de niños obesos y torpes serán la salvación de la humanidad sólo porque saben jugar con sus dedos? ¿En qué se basa para proponer semejante barbaridad?

—En primer lugar… Señor Presidente… No estamos hablando de niños, la edad promedio de los video jugadores en nuestro país es de 34 años, tampoco están en mala condición física como usted afirma, son como cualquier otra persona de su edad, con características acordes a su raza, estrato social y una capacidad físico-atlética que depende de otros factores más que los de su afición a los juegos de video; todos ellos pueden fortalecerse tan bien como cualquier otra persona que reciba un entrenamiento adecuado. Físicamente hablamos de sujetos como cualquiera allá arriba, lo que los diferencia del común denominador es su cerebro y es lo que les da ventaja en nuestra situación. Por otro lado, tampoco he dicho que dichas personas sean la salvación de la humanidad, simplemente dije que ellos ya tienen una preparación previa que puede sernos de gran ayuda. ¿Necesita datos duros? Los tengo, caballeros, por favor presten atención.

El impertinente desconocido tomó nuevamente el controlador del proyector y accionó una presentación que ya tenía precargada, se le veía complacido por tener la oportunidad de exponer más sobre su investigación, no todos los días podía figurar ante personajes tan ilustres como los que tenía frente a sí y quería disfrutar de cada instante de esa atención.

—A mediados de la década de los 90 el doctor Higginbotham, mi socio y yo realizamos un estudio en una de las bases militares de nuestro país en el extranjero, revisábamos el desarrollo de las aptitudes de un grupo de militares sobresalientes durante la guerra en oriente medio. Tras revisar sus expedientes y platicar directamente con ellos, descubrimos que la mayoría había mantenido cierto grado de afición hacia los juegos de video durante su infancia.

—¡Eso no dice nada!

—Así que eso se siente ser interrumpido… —Sonrió cínicamente el impertinente desconocido. —Disculpe señor Presidente, aún no he terminado. Como decía, viendo el paralelismo con el proyecto que décadas atrás el doctor Higginbotham comenzara, seleccionamos de aquel grupo a aquellos que habían argumentado una mayor afición al entretenimiento electrónico para situarlos en un contexto simulado en donde compitieran contra la otra parte de sus compañeros que no tenía gran afición a dicho entretenimiento.

—E imagino que el resultado fue apabullante. —Dijo con sarcasmo el iracundo presidente.

—De hecho no pudimos finalizar el experimento debido a que nuestro querido mentor, el doctor Higginbotham, falleció antes de comenzar el trabajo de campo y las «credenciales» de mi colega y mías no eran suficientes como para mantener los permisos y facilidades que se nos habían otorgado.

—¡Qué conveniente!

—Éramos optimistas, sí, la muerte de Higginbotham representó un duro golpe para nuestra investigación pero no nos rendimos. Un par de años después logramos obtener datos muy interesantes acerca de los registros militares de varios países, mismos que estoy por compartirles. Y añadió cínicamente. —Por favor, mantengan la compostura, estos datos no se supone que debiéramos tenerlos…

La pantalla arrojó diferentes cifras que indicaban la cantidad de elementos militares con que contaban varias naciones, muchas de las cuales de los líderes presentes, quienes se sintieron molestos al ver que más información secreta habían sido filtrada a agentes extranjeros.

—Estos son los datos de algunos de los ejércitos más importantes de aquellos años. Como pueden ver no es ninguna sorpresa que ciertos países, famosos por su «iniciativa militar», son también aquellos con el mayor número de elementos en activo. Esta otra tabla indica una estadística más interesante, es el cociente de efectividad que pudimos obtener de las evaluaciones en el accionar de cada fuerza militar; estos datos se obtuvieron de formas un tanto… clandestinas, sin embargo estoy seguro que ustedes mejor que nadie podrán corroborar que son totalmente ciertas. Esas evaluaciones registraron tanto el accionar real en batalla como en los entrenamientos y simulacros. Como pueden observar los países con mayor puntaje son también los que tienen la mayor cantidad de elementos registrados. —Cambió nuevamente la pantalla. —Lo que ven en este momento son los datos obtenidos por diferentes encuestas acerca del entretenimiento y ocio de los jóvenes, los cuales hemos promediado y comparado, los países con un mayor número de elementos militares son también aquellos donde el entretenimiento electrónico ha reportado mayores ventas, del mismo modo son esos países los que alcanzaron los cocientes de efectividad más elevados en las llamadas «artes de la guerra». Así, en resumen, los países con los ejércitos más eficaces en el mundo son también los que tienen una mayor cantidad de elementos militares, países que son, a su vez, los mayores consumidores de videojuegos en el planeta. ¿Coincidencia?

Antes de escuchar la respuesta, la cual anticipaba que sería iracunda a causa de tal violación del secreto nacional, el desconocido impertinente continuó.

—Lo que habíamos descubierto hasta ese momento nos indicaba dos factores, en primer lugar que los países donde más se jugaban videojuegos «llamaban» a más de sus habitantes a enlistarse. En segundo lugar que esos mismos países tenían entre sus filas a elementos de mayor capacidad que aquellas naciones en donde el entretenimiento electrónico era menos popular; estábamos muy emocionados. —El desconocido impertinente se frotaba las manos, sus ojos centelleaban con excitación. Continuó.

—Pocos años después sucedió aquella tragedia ya de sobra conocida en una universidad de nuestro país, un par de jóvenes masacraron a sus compañeros y maestros en un ataque de ira descontrolada; un evento por demás triste. Entre otras cosas, las investigaciones e indagaciones de los elementos de seguridad respecto a dicho incidente arrojaron que ambos chicos tenían predilección por los juegos de guerra. Otros sucesos menos mediáticos aunque igual de lamentables concordaban en ese mismo tenor. Mi asociado y yo entonces nos dimos a la tarea de realizar una investigación más detallada acerca de los efectos indeseados del Proyecto Higginbotham; entrevistamos a familiares, amigos y conocidos de diferentes jóvenes que habían incurrido en actos violentos de distinta índole y gravedad. Nuevamente los resultados indicaban una inclinación de los individuos de estudio hacia los videojuegos violentos. Lo que más nos sorprendió fue la facilidad con la que varios de esos sujetos llevaron a cabo sus agresiones; pudimos constatar que esos chicos, totalmente comunes y sin ningún tipo de preparación especial, tuvieron la capacidad de manejar armamento de calidad militar y ocasionar destrozos como si tuvieran años de práctica. Las conclusiones no llegaron sin culpa; nuestro proyecto podía tener un efecto adverso en personalidades trastornadas; ciertos sujetos respondían de una forma exagerada hacia los estímulos y al reforzamiento que nuestro proyecto les otorgaba, llegando a borrar las líneas entre lo correcto e incorrecto. Fue algo lamentable que casi destruye nuestro trabajo. —Y continuó.

—Pero hubo algo positivo de todo eso, tiempo después y gracias a los sucesos cometidos en aquella universidad, se nos permitió desarrollar un experimento en un centro militar que tenía la cualidad de recibir el mayor número de nuevos reclutas en el país. El objetivo era explorar la relevancia de los juegos de video violentos en la intencionalidad de ingresar a las fuerzas armadas. Decidimos ir un paso más allá y, en vez de limitarnos a las motivaciones, estudiamos el desempeño global de los jóvenes. Esta vez retomamos la idea del experimento inicial y separamos a los grupos en dos, uno de adeptos a los juegos de video, integrado por todo aquel que aseguró en la entrevista que era aficionado a ese entretenimiento; por otro lado aquellos que no mencionaron a los videojuegos o quienes aseguraron que no les gustaban. Así integramos dos grupos balanceados, ambos comenzando desde cero su instrucción, en buena condición física y recibiendo exactamente el mismo tipo de entrenamiento. Compitieron en diversas actividades y el resultado fue claro, aquellos que jugaban tuvieron en promedio 25% más victorias, sus reacciones eran más rápidas, sus elecciones más acertadas y actuaban de manera más eficaz en las batallas simuladas a las que les hicimos participar.

Hubo algunas discrepancias de parte de la audiencia, quienes argumentaban contra los efectos adversos del programa. El desconocido impertinente no hacía más que asentir, asumiendo toda la responsabilidad y añadiendo la frase: —»lo hecho, hecho está».

—Llegó el día fatídico, el llamado ahora «fin del mundo». Al igual que ocurrió con todo lo demás, dejamos nuestra investigación y huimos hacia la seguridad de los campamentos a los que ustedes, amablemente, nos invitaron a ingresar. Durante algunos meses realmente nos olvidamos de nuestra investigación, pensábamos que ya no sería relevante dadas las circunstancias. Eso hasta que tuvimos una agradable sorpresa, nuestro Presidente nos contactó un día y…

—…Y nos presentó un caso extraordinario. —Lo interrumpió su colega, quien ahora tomaba la palabra. El desconocido impertinente lo miró sorprendido por unos instantes pero decidió hacerse a un lado y permitirle hablar ahora.

—Fue traído a nosotros un caso excepcional. Después de una batalla en una ciudad al sur de este país, fue rescatado, de entre las ruinas de una vivienda, un joven de veinticinco años que se encontraba en estado de shock, apenas y decía palabra, pero…

—¿Qué tiene eso de especial? —Increpó uno de los asistentes.

—A eso iba mi señor, lo excepcional en ese caso fue que no estaba sólo, se le encontró en unas condiciones por demás extrañas, a sus pies, el cadáver de un sheitan que presentaba diversas heridas de arma contundente y punzocortante, claramente aniquilada por tal joven; si bien no se trataba de una bestia muy grande, el que una persona común, sin ningún entrenamiento de combate previo, pudiese eliminar una de esas cosas era algo sobresaliente. Cuando logramos hacerlo entrar en razón y nos explicó cómo fue que logró la hazaña de matar él sólo a un sheitan, sólo nos dijo «sentía que estaba en un videojuego».

—¡Pero qué maníaco!— Se escuchó.

—Lo mismo pensé, he de admitirlo. —Su voz era áspera y carente de emoción o variación de tono. —Sin embargo no es posible negar los paralelismos de todos los hechos aquí mostrados hasta ahora. Entrevistas posteriores nos permitieron constatar que, en efecto, se trataba de un gamer, de uno de esos que se autoproclaman «hardcore gamer». Poco después se nos presentó la información acerca de las cifras reales de nuestras fuerzas armadas… y las suyas también, se nos puso al tanto de la situación global y se nos preguntó si había algo que pudiésemos hacer, respondimos afirmativamente y fue así que nuestro proyecto fue retomado y… bueno, henos aquí.

—Hace un momento hablaron de cifras de millones de posibles reclutas. ¿Podrían por favor ahondar más en eso? —Preguntó otro de los asistentes.

—Los últimos datos que se alcanzaron a recolectar indicaban una cantidad total de 1,7 billones de personas que aceptaban tener afición a los videojuegos alrededor del mundo. Siendo muy conservadores y asumiendo que de ellos sólo el 10% fuesen de los denominados «hardcore gamers» esto es, jugadores que realmente están inmersos en este tipo de entretenimiento y que llevan jugando por años; y más aún, asumiendo que del total de «hardcore gamers» sólo el 10% haya sobrevivido a los eventos recientes, estaríamos hablando de, potencialmente, 17 millones de estas personas, ubicadas en diversos campamentos alrededor del globo, todos mentalmente listos para actuar. Recordemos que el ejército de nuestro país ascendía a poco más de seis millones de elementos activos antes de esta catástrofe, así que, hablamos de un despliegue militar más que respetable.

—¡Estupideces! —Volvió a gritar el iracundo militar que había entrado en discusión previamente. —Es una estrategia impráctica, inútil y totalmente fantasiosa. Armemos a la población civil o, mejor aún, lancemos ya un contraataque.

—Señor Presidente, sabe muy bien que no podemos contraatacar todavía. —Replicó el Presidente local. —No a ciegas, no cuando quedan tantas personas atrapadas en las ciudades, no cuando no sabemos si el daño que ocasionaríamos afectaría suficientemente a los sheitans… no podemos cometer otro error.

—Adelante, hágalo, siéntase en libertad de reinstaurar la Leva, envíe a las armas a quienes usted desee. —Habló el desconocido impertinente, sorprendiendo con sus declaraciones. —Nuestra propuesta en ningún momento decimos que sea la única salida, simplemente les estamos ofreciendo una alternativa, una que en ninguna medida les impide llevar a cabo alguna otra táctica que consideren más adecuada u… ortodoxa.

—¿Qué necesitan para llevar a cabo su proyecto? —Preguntó nuevamente el Presidente local.

—Para empezar lo que más nos hace falta es tiempo, es por ello que propuse cambiemos a la estrategia de contención que nos dará el tiempo suficiente para preparar a nuestros candidatos, por lo demás, ¡pfff! nimiedades, apenas chucherías dadas las circunstancias actuales. Sólo requerimos apoyo en el transporte de los involucrados, la participación de algunos reconocidos instructores locales, recursos materiales para el desarrollo de equipo prototipo que habrán de utilizar para compensar sus deficiencias físicas, la participación de la doctora Mika en el desarrollo de ese mismo equipo y un espacio aquí dónde ubicar a los voluntarios durante el tiempo que dure su entrenamiento. —No le parecieron nimiedades a la mayoría.

—¿Voluntarios… O sea que estos jóvenes se lanzarán a una muerte casi segura sólo porque sí?

—¿No considera que el deseo por la supervivencia de su especie sea suficiente?—Era sarcasmo. —Por supuesto que recibirán una compensación. Todo aquel que acceda a participar en nuestra iniciativa tendrá un atractivo sueldo, como cualquier otro militar en activo, además, asumiendo que nuestra especie salga victoriosa, de una pensión vitalicia, así como a la ciudadanía de cualquier país que deseen, de aquellos países que accedan a participar claro está.

—¡Pero eso es una…!

—Entenderán que no es una petición demasiado difícil de cumplir, hemos perdido a más de la mitad de la población global así que no creo que ninguna de las naciones aquí representadas sufra de alguna falta de espacio. De todas formas seguramente la mayoría de los implicados preferirán la ciudadanía de esta nación, después de todo venían para acá todo el tiempo antes de que todo se fuera al carajo. —Rió nuevamente hasta ser levemente reprendido por su Presidente, cuyo gesto indicó que reprimió alguna risita que por poco dejaba salir.

Se les pidió a ambos salieran de la sala durante algunos minutos para hablar en privado acerca de la propuesta que, claramente, ya estaba respaldada por el Presidente local, lo que le otorgaba un gran peso adicional. La idea no sonaba tan descabellada para muchos de los dirigentes una vez explicados los hechos, los experimentos habían arrojado resultados que indicaban una buena probabilidad de éxito. Las tempranas evacuaciones habían logrado rescatar a millones de personas alrededor del mundo, por lo que ese 10% del que se habló sonaba factible. Existía al menos una pequeña posibilidad de que funcionase y una pequeña posibilidad era mucho mejor que ninguna. Por fin, tras varios minutos de deliberación, se alcanzó un acuerdo entre buena parte de los mandatarios, en especial con aquellos aliados históricos, mandaron llamar de vuelta a ambos sujetos; la mirada baja de algunos y la expresión en otros indicaba la clara división.

—¿Algo más para comenzar? —Preguntó otro.

—Sólo el uso del Nivel 3…

—¿El Nivel 3? ¿Qué no está destinado a…?

—Permitir su uso en este proyecto no impedirá su intención original de llegarse a necesitar. No veo razón para no acceder.

El Presidente tenía su decisión tomada desde antes de comenzar la reunión por lo que el apoyo del país anfitrión ya estaba otorgado de antemano, hecho que el desconocido impertinente y su colega sabían perfectamente. Con el apoyo local de facto, la mayoría de los dirigentes accedieron a formar parte del proyecto. No se arriesgaba demasiado en caso de fracasar de todos modos, su participación no les eximía de buscar otras alternativas. Por otro lado, las rencillas milenarias no pudieron ser superadas por lo que un grupo, representado por el iracundo mandatario, no accedió a participar.

—Caballeros, nosotros hemos analizado su… propuesta, respetaremos su decisión pero lamentablemente no podemos compartirla; mis aliados y yo hemos decidido utilizar otros medios para retomar el control de nuestras ciudades. No, no se confundan, aún cuentan con todos nosotros para el contraataque, en caso que sus países sigan en pie para cuando llegue el momento. No les quitaremos más su tiempo y les dejamos para que finiquiten sus asuntos acerca de su… proyecto de videojuegos. Adiós mis señores, la mejor de las suertes. —A continuación el pequeño grupo de oriente, liderado por el iracundo mandatario, se levantó con cortesía de sus asientos y se encaminó a la salida seguidos de sus guardias, listos para volver a sus respectivas naciones. El Presidente local se puso de pie, el iracundo mandatario pensó que le iba a pedir se quedase pero, en vez de eso, recibió un saludo militar y los más sinceros deseos de éxito de su parte, a continuación se dirigió al resto de los presentes que permanecían en sus asientos, ignorando la salida del mencionado grupo históricamente antagónico.

—Comenzaremos los preparativos para llevar a cabo la estrategia mencionada. Por lo pronto, a efecto inmediato iniciaremos una campaña de reclutamiento en todos los campamentos organizados de los países que accedieron a participar, los doctores tienen algunas peticiones de algunos sujetos que desean especialmente en el proyecto, son aquellos que consideran de aptitud extraordinaria, están recibiendo los nombres en este momento, agradeceremos usen todo lo que está en sus manos para lograr su ingreso voluntario. —Un oficial entregaba carpetas con documentos que contenían nombres y fotografías. —Con la participación de ustedes, ofreceremos más alicientes a estas personas, espero todos estén de acuerdo en extender la recompensa al grado de «nacionalidad mundial» para estos hombres y mujeres. —Dijo el Presidente, y añadió dirigiéndose a los doctores. —¿Con cuántos de sus chicos podremos contar y cuándo estarán listos?

—Esperamos tener treinta mil reclutas en un par de semanas dependiendo de nuestra coordinación y lo deseable de nuestras recompensas. Con la ayuda de la doctora Mika tendremos los primeros prototipos del equipo en aproximadamente seis meses a partir de ahora y los treinta mil reclutas estarán listos para despliegue seis meses después de eso, adecuados para sumarse a las fuerzas armadas restantes en dicho momento. Eso nos da un total de casi un año de preparación, nuestros chicos estarán listos para el contraataque para cuando esté programado, claro, suponiendo las condiciones estén dadas. Por supuesto, quisiéramos tener más pero, siendo este el primer grupo, consideramos pertinente mantener un número un tanto más bajo. Con la experiencia que obtendremos podremos repetir este proceso en cada uno de los diecisiete mega-campamentos alrededor del mundo y tener medio millón de nuevos reclutas listos en dos terceras partes del tiempo que nos tomará la primera generación.

—¿Primera generación? Son ustedes muy optimistas.

El grupo de dirigentes restantes se levantó de sus asientos, dispuestos a retirarse, algunos volverían a sus refugios, otros permanecerían en Blossom pues no contaban con tan buenas defensas en sus países de origen. Antes de que la sala se vaciara el Presidente local volteó a ver a ambos desconocidos, quienes habían permanecido de pie, aguardando la salida de sus superiores, uno apenas capaz de contener la emoción, el otro se veía sumamente apenado y sonrojado. El Presidente dijo:

—Doctor Bushnell, Doctor Baer, mucha suerte.

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